La noche olía a enfermedad psiquiátrica, incluso el cielo temía y ¡que dolor al confesar!
-¡No, no lo hagas, por favor!-
-No llores, no hay nada que puedas hacer, lo he decidido-
Nunca antes deseé como esa noche regresar el tiempo, retornar del fatídico final que veía tan cerca a aquella otra noche, la de tus latidos tan cerca, tus párpados caídos frente a los míos, en la que no había nada más.
Quería correr, gritar, pedir ayuda, pero estaba maniatada, el miedo me paralizaba hasta la última terminación nerviosa.
Me mataba escuchar tu llanto.
¿Y que podía hacer? Si no huir y así poder ponerme yo a llorar también.*
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